Pablo, Ahuachapán

abril 7, 2022
Replicar conocimientos para fortalecer a la comunidad
Alejado de la carretera principal, entre caminos de tierra y difícil acceso se encuentra el caserío California, una pequeña comunidad perteneciente al municipio de Guaymango, en el departamento de Ahuachapán. California es una comunidad de extrema pobreza en la que la mayoría de sus habitantes se dedican a la pequeña agricultura, cultivando alimentos exclusivamente para su propio consumo. Entre ellos se encuentra Pablo, un pequeño agricultor de 47 años de edad, quien es el único proveedor de su familia y se dedica a cultivar maíz y maicillo, y en ocasiones frijoles.
El cambio climático ha impacto duramente la producción de sus cosechas. “A veces en los inviernos llueve mucho y se arruinan las cosechas o cuando hay sequías la siembra no es productiva”, comenta Pablo. Por eso, cuando fue invitado por Save the Children, a través de su proyecto de “Seguridad Alimentaria, Nutricional y Medios de Vida” (SAN), a participar en una jornada de capacitación de Cambio Climático con prácticas de elaboración de productos orgánicos como alternativa para la producción de alimentos, no lo pensó dos veces.
En la capacitación, Pablo aprendió como elaborar abono orgánico bocachi, foliar a base de bambú e insecticida-nematicida elaborado con cal y azufre, de alta calidad nutricional para uso agrícola. Él, como muchos agricultores, estaba acostumbrado a utilizar fórmulas químicas para abonar la tierra, pero gracias a la formación recibida, Pablo aprendió alternativas económicas y amigables con el medio ambiente, no perjudiciales para la salud y de fácil acceso.
“En la capacitación, aprendí a hacer el abono y he notado como la cosecha ha cambiado. Es verdad que con el abono químico en 6 o 7 días se ven los resultados, pero la cosecha ya va contaminada, en cambio con el abono orgánico, aunque el resultado es más lento, es de mejor calidad porque no dañamos nuestra salud”, manifiesta Pablo.
Con las nuevas técnicas aprendidas, Pablo no solo ha mejorado sus cosechas, también ha logrado ahorrar dinero ya que, debido a la crisis geopolítica del este de Europa, el precio de los fertilizantes que se utilizan en los cultivos en territorio salvadoreño ha incrementado considerablemente, pasando de $38 en el 2021 a $54 en el 2022. “Cuesta más conseguir el dinero para ir a los agroservicios a comprar un saco de abono que está por las nubes, que hacer tiempo una tarde para recolectar los productos para el abono orgánico”, afirma Pablo.
Al ver los buenos resultados que obtuvo con sus cosechas y en el ahorro de dinero, Pablo, consciente de la situación que atraviesan el resto de los agricultores de su comunidad, decidió no quedarse de brazos cruzados, y fue así como propuso a los miembros de la Asociación de Desarrollo Comunal (ADESCO) de su comunidad, a la cual pertenece, solicitar a Save the Children la realización de una nueva jornada de capacitación en su comunidad.
En esta oportunidad, Pablo tuvo un rol protagónico durante la formación, ya que fue él quien estuvo a cargo de mostrar y enseñar a los miembros de la comunidad como elaborar las diferentes técnicas. “Mi comunidad es muy pobre, no hay empleos formales y trabajos dignos para las personas, por eso, es bien importante que todos podamos sacar provecho de estas capacitaciones, para que así podamos superarnos. El que aprende gratis, gratis debe de enseñar a otros”, menciona Pablo.
En la capacitación participaron varios miembros de la comunidad, entre ellos algunas mujeres, como fue el caso de Guadalupe, una pequeña agricultora que cuenta con su propia hortaliza. “Yo ya conocía sobre el abono orgánico, porque en el pasado nos han dado quintales de bocachi ya elaborados, pero no sabíamos cómo se hacía, así que mi principal motivación de participar en esta capacitación fue aprender a hacerlo para poder tener mi huerta siempre bonita”, asegura Guadalupe.
Pablo se mostró muy satisfecho al final de la capacitación, confía en que más miembros de la comunidad puedan poner en práctica el conocimiento adquirido y puedan replicarlo con otros. Asimismo, espera que Save the Children pueda seguir ejecutando más programas y proyectos en su comunidad. “Hemos dado un pasito, pero espero que no nos quedemos hasta ahí para poder progresar”, concluye Pablo.